lunes, 8 de diciembre de 2008

Los ideales como arma contra el arma como ideal


Un hombre nunca debería empuñar un arma para defender sus ideales. No lo haría, porque en el momento en que un arma se convierte en el vehículo de un ideal, en el instrumento que lo defiende, en que es preciso derramar sangre para erigirse como ideal “acertado”, como “válido”, pierde toda razón de ser, toda validez.

Dios nos dio armas para defender ideales. Primero oír y ver. Luego pensar. De ahí se pueden empuñar dos armas que ni matan ni dañan físicamente, pero que son más poderosas que la más letal de las armas: la palabra y la escritura.

Y el ejemplo. Porque una manera de pensar va estrictamente relacionada a una manera de actuar. Es más, la mayor o menor validez de una manera de pensar, viene determinada por los efectos que provoca. Es mayor el que actúa como piensa, que el que piensa pero no actúa.

Así, un individuo X no debería moral ni éticamente defender la libertad de un pueblo, si dicha libertad precisa cobrarse la vida de otro ser. Por el contrario, debería sustentar dicha libertad mediante la palabra y la acción. Pero nunca a través de la acción armada. Las armas que no matan son las más persuasivas. Cuando acaba la razón, cuando se terminan los argumentos, aparecen las armas, la violencia.

Un gobierno X no puede conducir a miles de hombres que entregan su vida por unos valores - más o menos cuestionables -, hacia una guerra contra el terrorismo… ¿Guerra contra el terrorismo? ¿Es que hay armas que según los brazos, según los organismos, según los motivos, que las tomen son más nobles que otras?

¿Cuál de los siguientes hombres era más noble: el franquista armado para matar, o el republicano armado para hacer lo mismo?

Una persona X no puede sostener “la guerra santa” contra los infieles, pues ¿cómo puede ser infiel alguien que no piensa como tú? Convéncele con la palabra. Mas si él observa, y luego piensa que mediante tu actuar, resulta mejor tu proceder que el suyo, ¿no deseará adoptar tus ideales, por haberlos ennoblecido mediante tu propia acción?

No puede portar una esvástica alguien consciente de los millones de muertos, de torturados, de masacrados como animales, por ser considerados inferiores. De los campos de concentración, de la demagogia, del abuso, de la mentira, del diabólico nazismo.

Hay tantas cosas que el hombre nunca debió ni debería hacer…

La guerra, las armas, la violencia no son un juego de niños.


Kóndor21

martes, 18 de noviembre de 2008

Odio

No hay odio más vil que el odio que no conlleva ideales, el odio sin razón...
Tras días y meses retomo al camino de la crítica social.
NUEVAS ENTRADAS EN LA CULTURA DEL ODIO.

NUEVO BLOG, HISTORIA DE MIS SENTIDOS.

Digo lo que mis yos quieren que diga en:

Kóndor 21 - laculturadelodiolibertaria.blogspot.com

El Vendedor de Versos - historiademissentidos.blogspot.com

lunes, 9 de julio de 2007

La falta de tiempo me lleva a escribir de manera más breve.
Todo mi blog condensado en:

www.fotolog.com/ciudadlibertad21

Cada día o cada dos cae actualización

¡Gracias a todos por leerme!

Kóndor 21

sábado, 16 de junio de 2007

Aperitivo del nuevo artículo sobre la religión

Para que vayáis haciendo boca, traspaso la letra al blog, de la canción del MC sevillano Tote King, el tema: devoto.
En el próximo artículo generalizaré más, y como el tema de la semana "santa" en Sevilla - no lo pondré en mayúsculas porque no lo merece- tiene mucha tela se lo dejo al Tote que para eso es nativo y se conocen bien el asunto.
Les saluda Kóndor 21, libertad y pensamiento.


DEVOTO
Cuando llega esta semana es cuando más deseo que llueva,
cuando asoma la sotana por La Macarena o por Triana,
gloriosa vocación que os corre por las venas como el fútbol,
no os salva de este tema ya ni Antonio Burgos
¿A quién estafas cofrade?
el estado es aconfesional, tu opción ilegal, ¿nadie lo sabe?
por allá vienen
las hordas que cada año ocupan y llenan Sevilla de mierda como un rebaño,
me da vergüenza verte cristiano,
yo a nadie adoro,
lloro, perforo tu mano hermano no se caen tus oros pero gano,
cuando algún cabrón tira un petardo
perdéis la caridad y pisáis al otro cual gato pardo,
olvídate de tu compi si vive en el centro,
olvídate de los ovnis se vive por dentro,
encuentro cada penco lento que no te deja avanzar,
en esta situación querría volar como el quinto elemento,
y el ayuntamiento...no lo prohíbe,
se exhiben,
reinciden porque sobreviven,
a diferencia de algún pobre diablo que el paraíso espera,
dejó este mundo con su sangre en las trabajaderas,
siempre hay un pobre que curra y un pureta engominao
que bebe whisky el capataz espabilao,
como sea da igual,
esta mierda no hay quién la entienda (no hay quién la entienda),
¿Por qué no sacan paso en las tres mil viviendas?
Devotos, pasan calor con cámaras de fotos,
ocupan la ciudad pero este año exploto,
¿Por qué lo llaman folklore si no cuela?
la cera de tus cirios quedará en mis suelas,
¿Cuántos capillitas de tapitas quedan por flipar,
¿Cuantas estampitas de bazar?
Tote King lo tiene claro no soy un borrego vaya,
esta semana santa a la playa
No te extrañe ver a algunos guiris cagaos perdios,
pensando que el Ku Klux Klan los ha seguio,
vamos a pillarnos un medio a medias pa el jueves santo,
como en la feria,
le rezo, y después le canto,
de oro y manto, iconografía de espanto,
una obra de artesanía es sólo lo que cuento,
aguanto,
"tote no seas exagerao, es algo popular tío",
como el partido...por eso ni me fío,
feligrés ¿Qué te crees, que te causo estrés?
ni a fin de mes llegaréis,
emigrar al Everest,
y llévate a Lopera en ropa de baño,
pica su cartera, aplícale daño, aféitale el coño,
sí, soy un bárbaro moderno antimisticismo,
tráeme algo litúrgico y vomito aquí mismo,
pal domingo de ramos tengo unas calzonas guardás preciosas
con volantes verdes y canguritos rosas,
tengo otros colegas penitentes,
se pasan los caramelos que luego regalan por lugares calientes,
no me hagas contarte algunas cosas más que sé,
tu semana sagrada...anda y flagélate.
Devotos, pasan calor con cámaras de fotos,
ocupan la ciudad pero este año exploto,
¿Por qué lo llaman folklore si no cuela?
la cera de tus cirios quedará en mis suelas,
¿Cuántos capillitas de tapitas quedan por flipar?
¿Cuantas estampitas de bazar?
Tote King lo tiene claro no soy un borrego vaya,
esta semana santa a la playa

jueves, 31 de mayo de 2007

BMW'S y gente sin pan


"Ahora mismo cambiaría todo lo que tengo por un poco más”
(Mr. Burns, Los Simpsons)

Se me antojó bastante triste escribir sobre nuestra “desarrollada” sociedad y a la vez la decadencia que esconde bajo un manto de superfluas apariencias.
Fue a partir de la lectura de “Síndromes modernos, tendencias de la sociedad actual” de Juan Carlos Pérez Jiménez, que me propuse escribir precisamente sobre el tema del consumismo, el materialismo, el capitalismo radical o llámese como quiera, y como el ensayista describe infinitamente mejor que yo lo que quería escribir, como me vi reflejado en cada frase y en cada palabra de su ensayo, me limitaré a resumirlo, entrecomillando las palabras textuales del autor.
El primer capítulo a modo de introducción, empieza con el acertado título de: “El mundo como supermercado”. Es en esta parte donde creo que define nuestra vida social perfectamente. Nuestra vida social es la suma del consumismo más los medios de comunicación. A través de ellos, se nos presenta un escenario en el que todo se compra y todo se anuncia por televisión. Gracias a estos, somos adictos a las compras o a las pantallas – sino a ambas – y el resultado, son elementos que nos permiten llegar a la conclusión de que nuestra salud social está por los suelos: niños violados en sus conciencias desde que son muy pequeños a través de los medios, prácticas de riesgo, y enfermedades específicas que provoca la abundancia, así como los remordimientos producidos en nuestra conciencia por un ambiente que es como un globo, muy grande y de colores vistosos, pero que por dentro solo es aire y en segundos desaparece todo.
Andando por la calle se nos abalanzan estímulos de manera que no podemos ni digerirlos, montados en el vehículo de las fotos en las revistas, los carteles, las imágenes, los escaparates, la televisión, las nuevas tecnologías, en fin, prácticamente la totalidad de los objetivos que tratemos de alcanzar con nuestra vista, están impregnados de deseos que nos cargan en la chepa, y nos convierten en caprichosos encaprichados de multitud de productos, gracias a los cuales, su adquisición nos llenará de felicidad y placer. Todo lo que queremos se encuentra en un gran almacén. Este sistema se mueve gracias a la premisa de que el ser humano siempre quiere más. Pero Bertrand Rusell dejó escrita esta reflexión: “Si se desea la gloria se puede envidiar a Napoleón. Pero Napoleón envidiaba a César, César envidiaba a Alejandro Magno y yo diría que Alejandro Magno envidió a Hércules que no existió. Por consiguiente no podemos librarnos de la envidia simplemente con el éxito, porque en la historia o la leyenda siempre habrá una persona con más éxito”. Podemos aplicarlo al sistema de consumo, siempre habrá algo más que desear, que comprar y que pagar a crédito. Y cada día son más los que están preocupados por un materialismo egoísta que convierte en frenesí el interés por la novedad. Ahora tenemos de todo, incluso más de lo que necesitamos, pero en otras cosas… en otras cosas no hemos avanzado nada.
El exceso de consumo es un problema que genera graves consecuencias sociales y personales en nuestra sociedad occidental. Comprar no tiene fin. El psicólogo Jeremy Seabrock, lo expresa así: “La única oportunidad de vernos satisfechos que podemos imaginar es tener más de lo que tenemos ahora. Pero lo que tenemos ahora hace que todo el mundo esté insatisfecho. Por lo tanto, qué conseguiremos con más: ¿más satisfacción o más insatisfacción? ”.
Eso sí, cuando compramos somos ciudadanos de pleno derecho, en ciudadanos modelo: tener mucho dinero, gastarlo según nos manda la publicidad y tener dentro de nosotros el gen consumista. El estudio y el trabajo se convierten en el instrumento para lograr el suficiente dinero para consumir lo que uno quiera, nada más.
Es curioso… Seguro que todos los que vamos o hemos ido a comprar, hemos experimentado una sensación agridulce: si nos podemos comprarnos todo lo que nos gusta nos frustramos y si gastamos demasiado nos sentimos culpables.
Pero ¿es que queda algo más por comprar? Ese 20 por cien de la población que disfruta de su estilo de vida capitalista y a la vez consume el 80 por cien de los recursos del planeta, están a punto de saciar sus deseos. Cada vez salen productos más estúpidos, marca inequívoca de una cultura saturada. Una cultura que parece incapaz de dedicarse a actividades más provechosas. ¿Queréis ser felices en este pomposo y repugnante mundo? Seguir este consejo: “Si guardas las apariencias, te diviertes con nuevas adquisiciones y entretenimientos constantes, te mantienes farmacologizado e ignoras el momento en que sientes la vida rezumar por las grietas, estarás bien”.
Hace ya muchos años que la revolución liberal hundió el sistema feudal pero hoy parece que existe una relación de vasallaje entre las grandes marcas y los clientes “que conceden, en su infinita magnificencia, relacionarse de tú a tú con nosotros, simples mortales, manteniendo el espejismo de que nosotros las escogemos a ellas”.
Y es que el período de tiempo que corre desde que satisfacemos nuestro deseo hasta que se presenta uno nuevo es cada vez más corto.
A todo esto se suma la importancia de las imágenes y las pantallas. A través de ellas se nos inyectan por así decirlo, ideología, prioridades y “valores por lo general bastante degradados: materialismo radical, cultura de la apariencia, ética de la ambición desmedida, niveles de violencia elevados y sentimentalismo edulcorado”.
De la misma manera que estamos saturados de consumo, estamos saturados de imágenes televisivas e información, pues estas son bombardeadas en nuestras mentes de manera que ni siquiera tenemos tiempo para pararnos y analizar lo que estamos presenciando, anulándose así nuestra capacidad de reflexión. Estamos conectados a todos los medios informativos posibles y gracias a estos nos alejamos de las noticias y los sucesos de nuestra vida. Así lo expresa Juan Carlos Pérez: “Las imágenes nos han inundado hasta arrasar la imaginación propia […] Han ido ganando terreno a otras formas de comunicación e intercambio, para someternos, con nuestro consentimiento, a un estado de hipnosis permanente y vaciamiento progresivo […] Ignoramos las construcciones visuales de nuestra imaginación para sustituirlas con imágenes manufacturadas por la industria audiovisual, en las cuales, por cierto, la principal motivación ha sido siempre la simple y llana intención de hacer dinero […] Mientras tengamos los ojos abiertos seremos víctimas de una fascinación calculada y arrasadora que nutre poco y engancha mucho […] La omnipresente industria audiovisual trafica con nuestra fantasía”.
Vivimos en un mundo en el que se confunde realidad y ficción – recordar el 11-S, el 11 – M, Londres etc. –, las tragedias que vemos en los noticiarios se mezclan con las películas “made in Hollywood”. Si vemos la explosión de una bomba no sabemos si los que saltan por los aires son o figurantes o efectos especiales o personas humanas.
Pérez Jiménez define nuestra cultura como narcisista: “Estamos enamorados de la imagen que proyectan los miles de millones de pantallas que se han dispersado por todo el planeta, y así se favorece ese ensueño embriagador que paraliza el pensamiento y, en última instancia, anestesia el alma con su seducción audiovisual. Vivimos una cultura narcisista y voyeur que se embriaga voluntariamente con la contemplación de imágenes sin mayor porvenir, con la única intención de saturar sentido y sensibilidad”.
Pero sin duda la faceta o la cara más despreciable de esta sociedad de consumo es la transformación de los niños en clientes. Las empresas han sabido ver la importancia de las peticiones de los pequeños en las decisiones de las compras de la familia. Así desde los calcetines de Mickey Mouse el niño pasa a la adolescencia con una videoconsola que equivale al sueldo del mes de su madre. Los niños pasan a ser cifras, audiencia, ventas y consumidores que devoran el sueldo de sus padres y que no valoran absolutamente nada. Todo esto surgió de la culpabilidad que sentían los padres al pasar poco tiempo con sus hijos, así que decidieron gastar más dinero en ellos.
Canales infantiles hipnotizan a los niños y los padres se sienten agradecidos porque la tele ejerce de niñera cuando lo precisan sin fijarse en otros efectos que provoca: los pequeños resultan adictos a las pantallas, desde lo gracioso de que respondan a los estímulos de los Teletubbies aun sin tener la capacidad del habla, hasta que no hay manera de despegarlos del televisor. Y puede que los padres se den cuenta y quieran recuperar su lugar pero llegan tarde, hasta el punto que está demostrado que los niños tienen una credibilidad mayor en lo que dice la televisión que en lo que dicen sus progenitores. La publicidad promueve un estilo de vida desaforadamente consumista, sexista, que promueve hábitos perjudiciales y estimula su ansiedad y más, así que merma su salud psíquica y física. De las 48 horas que un niño americano pasa viendo publicidad a la semana a la hora y media que dedica a hablar de algo un poco significativo con sus padres va un mundo. El autor se hace eco de algunos países europeos que han decidido prohibir la publicidad dedicada a los menores, pues sensiblemente han captado el desorden que causa en los infantes. Eliminan así la publicidad actual de las conciencias en formación de los críos, publicidad cargada de grasa, azúcar, sexismo y violencia. Pretende evitar que vean programas basura mientras ingieren comida basura. Cuan triste es ver como las cifras de depresión infantil e incluso suicidio infantil escalan año tras año. Me llaman la atención las cifras que reveló una encuesta en Estados Unidos que revela que el 93 por 100 de las niñas adolescentes tenía como actividad preferida ir de compras y menos de un 5 por 100, “ayudar a los demás”. Los universitarios así mismo tienen como prioridad hacerse ricos, mucho antes que valores tan importantes antaño como eran el de desarrollar una filosofía de vida propia.
En Estados Unidos y Canadá ya hay programas de secundaria que incluyen talleres lo lo que llaman “alfabetización mediática”. Dicha alfabetización consiste en ayudar a los estudiantes a “desarrollar un entendimiento crítico e informado de la naturaleza de los medios de comunicación, las técnicas de la industria mediática y el impacto de esas técnicas”.
El poder de los medios de comunicación es inmenso: pueden hacer apología de la violencia, fomentar conductas peligrosas, trasmitir valores equivocados, estereotipos sociales, comportamientos sexistas, o devaluar la autoestima de los más jóvenes con imágenes de moda y belleza inalcanzables que provocan enfermedades como la anorexia, la bulimia, la vigorexia, la depresión etc. Es triste pues la mayoría de estas imágenes tras las cuales los jóvenes van e idealizan, están retocadas y reflejan una realidad manipulada.
Bien hasta aquí los datos y la crítica. Pasemos a las soluciones, o mejor dicho a las posibles soluciones, es sencilla a la vez que complicada: la simplicidad voluntaria como antídoto al exceso de consumo. Tomar otras prioridades, leer, cultivar aficiones, viajar, conocer mundo, pasar más tiempo con los nuestros, ser críticos, alejarnos de los medios y del leguaje previsible que nos venden. Difícil también… ¿Por qué? Pues porque como dice Pérez Jiménez, “desde pequeños hemos sido entrenados para desear la colección completa de los 250 absurdos Pokémon. ¿Cómo voy a renunciar de mayor al BMW para dedicarle tiempo a mis hijos?”. Parece que al final lo que cuenta no es el tiempo que dediques a quienes te rodean sino los metros de tu casa, tu coche y tu cuenta corriente.
Para acabar, cabe preguntarnos cómo podemos hacer convivir ese ideal con la evidencia de la pobreza y la miseria, con el sufrimiento de millones. Claro, los que nos intentan vender pasan de hacernos ver lo mal que va el mundo si lo que quieren es que compremos sus productos. Solo las grandes catástrofes llegan nuestro saturado cerebro de cifras de muertos, números de accidentes y niños muriendo de hambre. Así que nosotros nos escudamos en nuestra impotencia por solucionar esos problemas y tiramos adelante arrastrando esa culpabilidad por no hacer nada. Y si esta ética de consumo que promueve el turbocapitalismo no acaba de aplacar nuestras ansiedades es porque, por debajo, se escondes sombras, dudas y conflictos no resueltos. Cambiamos de canal, pasamos de largo de los mendigos haciéndonos creer que en realidad no nos piden para comer… ¡Tomemos conciencia! Podemos seguir apartando la vista, pero nos costará creer que al llegar a nuestro lujoso jacuzzi ya seremos totalmente felices. Nos volvemos insensibles al sufrimiento lejano, despreciamos el dolor de quien no se parece a nosotros y sobrevaloramos el nuestro propio.
Además para desarrollar este estado de consumo nos cargamos nuestro planeta… Resultado: sociedad enferma, en estado de coma presumiblemente irreversible.
Les saluda Kóndor 21, libertad y pensamiento.

viernes, 27 de abril de 2007

¿Nos forman o nos transforman?

“No hay alumnos conflictivos, sólo profesores incompetentes”

Leyendo la contraportada de La Vanguardia, me fascinó una entrevista a una de las habituales eminencias que ocupan habitualmente esta parte del diario. Se trata de Augusto Cury, psiquiatra que vive en la selva brasileña y es director de la Academia de la Inteligencia. Cree que la especie humana está enferma, y un detalle curioso es que declara que fue ateo, pero tras estudiar la personalidad de Jesucristo se convirtió en cristiano.
Pues bien, él habló sobre la sociedad y su mentalidad hoy en día y dio su impresión sobre el sistema educativo, o lo que es lo mismo bajo mi punto de vista, los cimientos de cualquier sociedad, su éxito o fracaso. Textualmente dijo de las personas hoy en día, que “están siendo víctimas del sistema social que nos convierte en un número de pasaporte o de tarjeta de crédito; que nos estimula a ser consumidores de productos y servicios, y no consumidores de ideas y proyectos de vida”. ¿Totalmente cierto no? Aun hay más. Sobre el sistema educativo – tema de este artículo – cree que estamos errados, pues se forman meros repetidores de información y no pensadores. Esta sociedad nos prepara para vivir en el mundo de fuera y no en el mundo de dentro. Y estamos prisioneros en el único lugar en el que paradójicamente deberíamos ser más libres, que es dentro de nosotros mismos. Tenemos que dudar de todo aquello que creemos pues lo que creemos es lo que nos controla. El problema es que en las escuelas aprendemos la certeza, informaciones rápidas y preelaboradas. La sociedad se ha convertido así, en una fábrica de personas ansiosas, tensas y tristes.
Dejando a un lado los acertados comentarios de Cury, creo que no se nos ayuda a cultivar un punto de vista crítico diferente y alternativo de lo que nos enseñan, un deseo crítico que nos permita encontrar un sentido a nuestra existencia y un proyecto para nuestra vida, libre de las obsesiones modernas: estudiar en la universidad, conseguir dinero, fama, apariencias y superficialidad.
Me veo incapaz de explicar mejor que es realmente lo que nos hacen en las escuelas y qué son los exámenes, que en estos dos extractos del pensamiento de Raoul Vaneigem (belga nacido en 1934), inspirador de la corriente contestaria de mayo del 68 con un libro de culto: Tratado del saber vivir para el uso de las jóvenes generaciones (1967). Realiza una crítica radical del capitalismo, instrumento de muerte y alienación, y defiende la revolución como condición de realización del goce.
Ahí van estas dos perlas, leedlo detenidamente y reflexionar cada palabra:

Adiestrar al animal rentable

¿Ha perdido la escuela el carácter repelente que presentaba en los siglos XIX y XX, cuando domaba los espíritus y los cuerpos para las duras realidades del rendimiento y de la servidumbre, teniendo a gala educar por deber, autoridad y austeridad, no por placer y por pasión? Nada es más dudoso, y no puede negarse que, bajo las aparentes solicitudes de la modernidad, muchos arcaísmos siguen marcando la vida de las estudiantes y de los estudiantes.
¿No ha obedecido hasta hoy la empresa escolar a la preocupación dominante de mejorar las técnicas de adiestramiento para que el animal sea rentable?
Ningún niño traspasa el umbral de una escuela sin exponerse al riesgo de perderse; quiero decir, de perder esa vida exuberante, ávida de conocimientos y maravillas, que sería tan gozoso potenciar en lugar de esterilizarla y desesperarla bajo el aburrido trabajo del saber abstracto. ¡Qué terrible notar esas brillantes miradas a menudo empañadas!
Cuatro paredes. El asentimiento general conviene en que allí uno será, con consideraciones hipócritas, aprisionado, obligado humillado, etiquetado, manipulado, mimado, violado, consolado, tratado como un feto que mendiga ayuda y asistencia.
¿De qué os quejáis?, objetarán los promotores de leyes y de decretos. ¿No es la mejor manera de iniciar a los pipiolos en las reglas inmutables que rigen el mundo y la existencia? Sin duda. Pero ¿por qué los jóvenes aceptarían durante más tiempo una sociedad sin alegría ni porvenir, que los adultos ya solo se resignan a soportar con una acritud y un malestar crecientes?
Aviso a escolares y estudiantes, traducción de Juan Pedro García del Campo, Debate, Barcelona 2001

Examinar a los alumnos

Cada día el alumno penetra, lo quiera o no, en una sala de audiencias en la que comparece ante los jueces bajo la acusación de presunta ignorancia. A él le corresponde demostrar su inocencia regurgitando cuando se los piden los teoremas, reglas, fechas, definiciones que contribuirán a su relajación al final del año escolar.
La expresión “someter a examen”, es decir, proceder, en cuestiones criminales, al interrogatorio de un sospechoso y a la exposición de los cargos, evoca bien la connotación judicial que reviste el examen escrito y oral infligido a los estudiantes.
Nadie pretende aquí negar la utilidad de controlar la asimilación de los conocimientos, el grado de comprensión, la habilidad experimental. Pero ¿hace falta para ello disfrazar de juez y de culpable a un maestro y a un alumno que solo pretender instruir y ser instruido? ¿Qué espíritu despótico y arcaico autoriza a los pedagogos a erigirse en tribunal y cortar por lo sano con la cuchilla del mérito y el desmérito, del honor y el deshonor, de la salvación y la condena? ¿A qué neurosis y obsesiones personales obedecen para atreverse a marcar con el miedo y la amenaza de un juicio que suspende el camino de niños y de adolescentes que solo tienen necesidad de atenciones, de paciencia, de estímulos y de ese afecto que tiene la clave para obtener mucho exigiendo poco?
¿No será que el sistema educativo sigue fundándose en un principio innoble, que procede de una sociedad que solo concibe el placer desde el tamiz de una relación sadomasoquista entre amo y esclavo: Quien bien te quiere te hará llorar?
Pretender determinar mediante un juicio la suerte de otro es un efecto de la voluntad de poder, no de la voluntad de vivir.
Juzgar impide comprender para corregir. El comportamiento de esos jueces, acobardados ellos mismos por el temor a ser juzgados, aparta de las cualidades indispensables al alumno comprometido en su larga marcha hacia la autonomía: la obstinación, el sentido del esfuerzo, la sensibilidad alerta, la inteligencia sutil, la memoria constantemente ejercida, la percepción de lo vivo en todas sus formas y la toma de conciencia del progreso, de los retrasos, de las regresiones, de los errores y de su corrección.
Ayudar a un niño implica, a un adolescente, a asegurar su mayor autonomía implica, sin duda alguna, una constante lucidez sobre el grado de desarrollo de las capacidades y sobre la orientación que las favorecerá. Pero ¿qué tiene en común el control al que el alumno se sometería cuando estuviera listo para franquear una etapa del conocimiento y el someterse a examen ante un tribunal profesoral? Dejad, pues, la culpabilidad para los espíritus religiosos que solo piensas en atormentarse atormentando a los demás.
Aviso a los escolares y estudiantes, Debate, Barcelona, 2001

Dan qué pensar estos artículos de Vaneigem ¿verdad? Creo que están cargados de razón.

Además ¿por qué la mayoría de nuestros institutos están construidos como prisiones? Creo que es porque la libertad de nuestros movimientos incomoda a la sociedad, de ahí que ésta haya inventado instituciones que funcionen según técnicas de control: control de nuestro espacio y de nuestro tiempo.
A la sociedad no le interesa la libertad porque esta no engendra orden, coherencia social, agrupación provechosa, sino más bien la fragmentación de actividades, individualización y atomización social. La libertad provoca miedo, angustia. La sociedad prefiere personajes integrados en el proyecto asignado a cada uno, antes que una dispersión de grupos de individuos que interpreten el sistema a su manera.
Hay un odio a la libertad y un adiestramiento social que viene desde las clases dominantes. El libre uso de nuestro tiempo, de nuestro cuerpo, de nuestra vida, engendra una angustia mayor que si nos limitamos a obedecer a las instancias generadoras de docilidad, esto es, la familia, el colegio, el trabajo y otras excusas para acabar con la libertad en provecho de la seguridad que la sociedad ofrece: una profesión, un estatus, una visibilidad social, un reconocimiento en función del dinero, etc. De ahí que los hombres, con el fin de evitar la angustia de una libertad sin objeto, prefieren tan a menudo arrojarse en los brazos de máquinas sociales que terminan por engullirlos, triturarlos y, después, digerirlos.
Volvamos a la escuela, donde desde nuestra más temprana edad se hace cargo de nosotros para socializarnos, o lo que es lo mismo, para hacernos renunciar a nuestra libertad salvaje y hacernos preferir la libertad definida por la ley. Así el cuerpo y el alma están formados, fabricados. Se inculca una forma concreta de ver el mundo y de normalizar las cosas. Los niños de primaria, los estudiantes de secundaria y los que nos preparamos para estudios universitarios sufrimos el imperativo de la rentabilidad escolar: los puntos que hay que acumular, las notas que hay que obtener, a poder ser por encima de la media, los coeficientes que deciden lo que es importante o no para integrarnos correctamente, expedientes académicos como fichas policiales, los deberes que hay que entregar, la disciplina a respetar minuciosamente, el objetivo de pasar a un curso superior, el teatro del consejo escolar que determina cuan dóciles somos, conseguir diplomas como si fueran fórmulas mágicas, incluso aunque a veces no sirvan para nada. Todo ello aspira a hacernos menos competentes (si no, ¿por qué no somos bilingües después de haber estudiado siete años una lengua extranjera?) que a medir nuestras aptitudes para obedecer, para ser dócil y someterse de buen grado a las demandas de un cuerpo docente, de los equipos pedagógicos (jefe de estudios, coordinador de estudios, etc.) y de la dirección.
Como he dicho antes se controla nuestro tiempo, pero también nuestro espacio. Hagamos un símil con el funcionamiento de los cuarteles, las prisiones y las fábricas: en nuestro instituto hay timbres en lugar de sirenas, fichas de entrada y salida, clases como celdas, más bien grados que calificaciones, tiro con fusil si no entregas los ejercicios, el calabozo o los arrestos de rigor que sustituyen a los exámenes y los castigos, el despido equivalente a cuando te expulsan de clase, los celadores que sustituyen a los profesores etc. En cada momento se pretende un buen escolar, un buen soldado, un buen obrero. Se trata de aprisionar la libertad para forzarla a pasar por el estrecho embudo de la disciplina social. Con el objetivo no confesado de extinguir las posibles degeneraciones y el desorden contenido en una libertad sin límite.
Así para los más dóciles y manejables que renuncian a su libertad individual, están reservados los mejores puestos que les brinda la sociedad agradecida: empleos, puestos de responsabilidad, autoridad, subir peldaños, poder sobre el prójimo, salarios que permiten consumir mucho, y parecer un verdadero modelo de integración. Diplomas, carrera, trabajo, ingresos: la sociedad no regatea regalos para los que están dispuestos a colaborar en su funesto proyecto. Así intervienen en donde la libertad camina a sus anchas: la familia la relación con los demás, en nuestro trabajo si lo tenemos y en nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país. Y muy pronto con la maldita globalización en todo el planeta. Solo unos pocos no escuchan la llamada del sistema porque escogen su libertad incluso si hay que dar a cambio ser un anónimo o no tener tantas comodidades. ¿Qué elegiréis vosotros?
Les saluda Kóndor 21, libertad y pensamiento.

domingo, 22 de abril de 2007

Presentación

Que no os asuste a primera vista el título de este blog. No será solo odio lo que quiera transmitir a base de escritos periódicos. Yo lloro, sonrío, sudo y sangro tinta. La escritura es mi arma, mi antidepresivo, mi vía para desaparecer y escapar, para hallar identidad, para seducir, aprender y opinar. Así, haré de este espacio un mundo para dar salida a los más frecuentes pensamientos que merodean mi mente durante los días monótonos y aburridos que vivo, y pienso, vivimos. No habrá corrección con el fin de agradar a nadie con lo que escriba, aunque sí una innegable voluntad de escribir cosas que puedan interesar y destilen creatividad y una pizca de genialidad envueltas con una lectura amena. Huir de lo corriente, del lenguaje previsible que nos vende el sistema, de los textos con los que nos atontan, construyen nuestras mentes sin que seamos nosotros los ingenieros de ella y nos convierten en máquinas movidas por el motor del no reflexionar, del moverse por el interés egoísta, de no pensar en lo afortunados que somos y lo estúpidos a la vez, pues tenemos más de lo necesario para vivir y en cambio pasamos hambruna de felicidad y satisfacción con nuestras vidas. Intentaré encontrar motivos y transmitirlos para seguir adelante en la confusa existencia del día a día, razones para tener la certeza de que al habernos dado Dios la capacidad de estar en pie rodeados de una creación indescifrable ya tenemos el mayor regalo posible. ¿No crees en Dios? Quizá ese sea un buen tema próximamente para mi blog.
Les saluda Kóndor 21, libertad y pensamiento.